José Roca
En La mujer tortuga (2016), Ana María Devis usó el interior de caparazones de tortuga como soporte para el dibujo . Se trataba de un dibujo sin planeación previa ni imagen preconcebida, que iba ocupando la superficie disponible hasta desbordarla, esparciéndose por el papel circundante. Este trabajo tuvo una dimensión pública en su ejecución: Devis hizo estos dibujos dentro de una vitrina -como parte del programa Gabinete de FLORA- y lo planteó como una acción de larga duración, dos tardes a la semana . El espacio era muy reducido, razón por la cual tuvo que inventar una mesa deslizante que entrara en ese lugar tan estrecho y que al mismo tiempo le permitiera al dibujo abarcar la mayor área posible. A pesar de estar en un lugar visible desde el espacio público, separada de los transeuntes tan solo por un vidrio, el efecto de espejo al interior de la vitrina la aislaba en gran parte de lo que sucedía en el exterior, proporcionándole un espacio íntimo para poder realizar su trabajo. Esto se tradujo en una extrema concentración, un ensimismamiento como el inducido por la repetición de un mantra. Con su cuerpo confinado en un estrecho recinto -como la tortuga- Devis realizó la serie de dibujos sin patrón preestablecido o imagen dominante; cada uno fue pacientemente construido a partir de la acumulación de pequeños trazos. Estas obras esencialmente abstractas evocan sin embargo múltiples imágenes: microorganismos, geografías vistas desde el aire, topografías urbanas, circuitos electrónicos o tejidos orgánicos observados en un microscopio son algunas que vienen a la mente.
El cruce entre dibujo y larga duración iniciado en La mujer tortuga continúa en Infinito (2016-presente), también un dibujo que crece orgánicamente, pero en este caso hecho con sellos. El proceso que dio como resultado esta obra es largo y lleno de cruces y bifurcaciones: inicialmente interesada en los patrones de las trenzas de los peinados en las comunidades afrocolombianas, Devis fue más allá de la etnografía y la interpretación de la tradición local para desarrollar su propio vocabulario de símbolos. La artista dibujó este repertorio iconográfico y lo transfirió a sellos de caucho, los cuales posibilitan una combinación potencialmente infinita de los patrones o de sus fragmentos mediante la iteración y la yuxtaposición.
En esta obra/proceso, Devis ha ido marcando pliegos de papel usando su cuerpo como extensión de los diferentes sellos. Un cuerpo/matriz que dibuja mediante gestos-impronta, que van desde el movimiento sutil de la mano repitiendo una impresión hasta los saltos sobre el papel usando los pies como soporte del sello y el peso del cuerpo como prensa. Este enorme monotipo ha venido creciendo pliego a pliego en un largo periodo de trabajo ininterrumpido pero marcado por cambios significativos en el lugar de trabajo y en el cuerpo mismo de la artista. Del taller en FLORA, un espacio de tamaño estándar que permitía visualizar el grabado resultante en paredes y piso, Devis pasó a un taller mucho más ampio pero de techo más bajo, con lo cual tanto la forma de trabajar como la visualización de la obra en proceso se daban primordialmente en sentido horizontal. A inicios de 2018 Devis tuvo una intervención quirúrgica que la obligó a estar en cama durante varias semanas, limitando su capacidad de movimiento. Esto la obligó a cambiar su forma de trabajar, lo cual se tradujo -como en La mujer tortuga- en una iconografía más íntima e intrincada. Trabajó sobre fragmentos del dibujo sentada en torno a ellos e inclusive acostada encima de la mesa de trabajo, mientras recobraba la capacidad de caminar . Todos estos momentos son perceptibles en Infinito, indicadores de la fluctuante relación del cuerpo de la artista con el trabajo.
En Imágenes por contacto, Georges Didi-Huberman mira esta estrecha relación entre cuerpo e imagen. La impronta es la imagen por contacto; algo estuvo allí, tocó la superficie del soporte y por lo tanto hay una relación de contigüidad con la matriz: mis ojos acarician el papel que estuvo en contacto directo con el sello, que estuvo en contacto con el cuerpo que lo manipuló. Didi-Huberman hace un elocuente repertorio que vale la pena repetir (reiterar, reimprimir) aquí: “Imágenes que tocan algo y luego a alguien. Imágenes que van al grano de la cuestión: tocar para ver, o, por el contrario, tocar para no ver más; mirar para no tocar más, o, por el contrario, mirar para tocar. Imágenes que están muy próximas. Imágenes que se adhieren. Imágenes-obstáculo, pero obstáculos que hacen aparecer cosas. Imágenes acopladas entre ellas. Inclusive a las cosas de las cuales ellas son imagen. Imágenes contiguas, imágenes que se apoyan mutuamente. Imágenes pesadas. O imágenes muy leves que afloran y rozan la superficie, nos raspan y nos tocan de nuevo. Imágenes acariciantes. Imágenes tocadoras, o ya palpables. Imágenes esculpidas por el revelador, modeladas por una sombra, moldeadas por la luz, talladas por el tiempo de exposición. Imágenes que se ponen al día con nosotros, que nos manipulan, tal vez. Imágenes que nos pueden erizar e irritar. Imágenes que nos agarran. Imágenes penetrantes, devoradoras. Imágenes que mueven nuestra mano” .
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1. La tortuga tiene asociaciones míticas en muchas culturas. Es símbolo de lentitud, pero por eso mismo de sabiduría (la larga duración es el tiempo de la reflexión); de la longevidad, que brinda experiencia. También de autosuficiencia, dado que la tortuga carga con su “casa” a cuestas y es capaz de sobrevivir largos periodos sin comida o agua. En algunas culturas, la caparazón de la tortuga se consideraba una bóveda análoga a la bóveda celeste, y era utilizada como oráculo: la tortuga, como un Atlas, carga el mundo a sus espaldas.
2. Devis había hecho parte el año anterior del grupo de performers que trabajaron con María José Arjona en una acción colectiva como parte de la exposición Avistamiento en FLORA.
3. “(…) lo que hice fue re-ubicar unas mesas y ajustar la altura dejando espacio alrededor para poder (con el caminador) bordearlas y así poder recostarme para estirar los brazos y poder abarcar la mayor cantidad de la superficie del papel. Luego puse butacas en torno a la mesa para poder sentarme en los bordes y después de un mes pude subirme encima de las mesas”. Ana María Devis, en comunicación con el autor, 2018.
4. Georges Didi-Huberman, Contact Images (1997)